Ciclón Mocha: la devastadora tormenta en Bangladesh y Myanmar que destruyó 500 instalaciones en el campamento de refugiados más grande del mundo

Un poderoso ciclón ha golpeado las líneas costeras de Bangladesh y Myanmar después de intensificarse hasta el equivalente a una tormenta de categoría cinco.

El fenómeno impactó la zona de Cox’s Bazar, donde se encuentra el campamento de refugiados más grande del mundo, con más de 500 refugios de bambú destruidos.

El pasado mes de marzo, un grave incendio dejó a unas 12.000 personas sin refugio en este campamento.

El ciclón Mocha también está provocando deslizamientos de tierra e inundaciones.

Mientras la tormenta se acercaba, la policía patrullaba la costa de la ciudad de Cox’s Bazar y por megafonía urgía a la gente a permanecer dentro de sus casas.

Las calles se vaciaron mientras el ciclón se intensificaba. El cielo se oscureció, los vientos se fortalecieron y comenzaron los aguaceros. Es la tormenta más poderosa que azota la Bahía de Bengala en más de 10 años.

Cientos de personas permanecen hacinadas dentro de una escuela de la ciudad que ha sido habilitada como refugio temporal.

Madres con bebés, niños pequeños, ancianos y personas frágiles ocuparon los espacios disponibles dentro de las aulas, durmiendo sobre escritorios o sentándose debajo.

Las autoridades dicen que más de 500.000 personas fueron evacuadas de sus casas en este estrecho en el sudeste de Bangladesh.

Muchos llegaron a los albergues a pie. Trajeron su ganado; vacas, gallinas y cabras, y esteras para dormir.

Venían de pueblos pesqueros en la costa, a unas dos horas de distancia, después de tomar una difícil decisión.

“No quería dejar mi casa”, dice Sumi Atker, quien vive en el margen de un río.

Sumi y otros que están aquí dicen que han vivido otros ciclones en años recientes y están resignados a la rutina de dejar sus casas ante la fuerza de la naturaleza.

Marejadas ciclónicas de hasta cuatro metros podrían inundar aldeas en zonas bajas. Sumi y otros temen que sus casas queden sumergidas.

“Ojalá y las casas donde vivimos estuviesen construidas con más firmeza”, dijo Sumi.

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