CICATRICES DEL TERROR EN AYACUCHO: DESPUÉS DE DÉCADAS, LA VERDAD RESURGE

Hace aproximadamente 37 o 38 años, la comunidad del distrito de Chungui, en La Mar, provincia de Ayacucho, fue testigo de una masacre que dejó cicatrices imborrables. La tragedia ocurrió en un galpón donde dormían 48 personas, algunas de las cuales eran acusadas de pertenecer a Sendero Luminoso, según la investigación del Ministerio Público.

En aquella mañana imprecisa, entre diciembre de 1984 y enero de 1985, Braulio Origuela presenció cómo un grupo desconocido, presuntamente el destacamento élite “Sinchis” de la desaparecida Guardia Civil, se acercaba al galpón. El horror se desató con granadas, ráfagas de metralleta y fuego que consumió el lugar. Braulio, aterrorizado, logró huir hacia el pueblo.

Décadas después, Braulio Origuela se convirtió en colaborador esencial del Equipo Forense Especializado del Ministerio Público y del fiscal Juan Borjas. Juntos realizaron la exhumación de los cuerpos en el lugar de la masacre. Después de una semana de arduo trabajo, se recuperaron 22 cadáveres completos, mientras que los restos de los demás yacían dispersos entre la tierra, cartuchos de bala y esquirlas, confundidos entre las cenizas.

A pesar de que han transcurrido casi 20 años desde el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), el Estado aún lucha por determinar con certeza el número de personas desaparecidas. La lista de unas 15 mil desapariciones, potencialmente más, ha resultado en la exhumación de 3.202 cuerpos. De estos, solo se han identificado 1.873 personas, según un informe de junio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La postura de la ONU es clara: “Treinta años después de las desapariciones […] el esfuerzo para clarificar la suerte de aquellos que desaparecieron ha sido lento y muy limitado”. La herida abierta por aquellos eventos traumáticos sigue sin cerrarse completamente.

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