Un Paso Atrás para Perú: El Retorno Inquietante de Alberto Fujimori

Artículo de Opinión

En un giro inesperado y profundamente preocupante, Alberto Fujimori, el expresidente de Perú que gobernó de 1990 a 2000, ha anunciado su intención de postularse nuevamente a la presidencia. Esta revelación, hecha por su hija Keiko Fujimori en su cuenta de X, ha sacudido el panorama político peruano, desatando una ola de controversias y debates sobre la moralidad y legalidad de su candidatura.

La idea de un regreso de Fujimori a la política es, en muchos aspectos, un contrasentido moral y legal. En 2017, se le concedió un indulto humanitario debido a su delicado estado de salud, lo que generó un debate sobre la justicia y los derechos de las víctimas de sus crímenes. Este indulto fue anulado en 2018, pero el Tribunal Constitucional lo restableció en diciembre de 2023, permitiendo su salida de la cárcel. Ahora, con el anuncio de su posible candidatura, parece que el propósito original de su liberación ha sido manipulado para servir intereses políticos.

La candidatura de Fujimori plantea una serie de preguntas inquietantes. ¿Cómo puede un hombre que fue condenado por delitos graves como homicidio, lesiones graves y secuestro agravado, aspirar a liderar una nación nuevamente? Según el abogado constitucionalista Aníbal Quiroga, la postulación de Fujimori es “un reto moral para la sociedad peruana” y altera el frágil sistema político con una iniciativa “absolutamente absurda”. Fujimori, a pesar de su indulto, sigue siendo un condenado, lo que según la Constitución y la Ley Orgánica de Elecciones de Perú, lo inhabilita para ocupar cargos públicos.

Más allá de las implicaciones legales, la candidatura de Fujimori representa una regresión para el Perú. Su gobierno estuvo marcado por violaciones a los derechos humanos, corrupción y un autoritarismo que dejó profundas cicatrices en la sociedad peruana. Permitir que vuelva al poder no solo sería un golpe a la justicia y a la memoria de las víctimas, sino también una señal de que el Perú no ha aprendido de su doloroso pasado.

Es inquietante pensar que Fujimori, un hombre que alguna vez suplicó a las autoridades que no lo dejaran morir en prisión debido a su “débil corazón”, ahora se siente lo suficientemente fuerte como para emprender una campaña presidencial. Esto no solo cuestiona la veracidad de su estado de salud en el momento de su indulto, sino que también socava la integridad del sistema judicial y político del país.

El regreso de Fujimori a la escena política también revela las divisiones profundas y persistentes en la sociedad peruana. Keiko Fujimori, quien lidera el partido Fuerza Popular y ha sido candidata presidencial en varias ocasiones, ha manifestado su apoyo a la candidatura de su padre, lo que sugiere un intento de mantener el poder dentro de la familia Fujimori. Este tipo de política dinástica es perjudicial para cualquier democracia, ya que perpetúa la concentración del poder y dificulta el surgimiento de nuevas voces y liderazgos.

En última instancia, la decisión sobre la viabilidad de la candidatura de Fujimori recae en las autoridades electorales de Perú. Sin embargo, como señala el abogado José Naupari, el camino para impedir su postulación es complejo y puede implicar una larga batalla legal que podría llevar al Tribunal Constitucional. Esta incertidumbre solo añade más caos a un sistema político ya frágil y polarizado.

La candidatura de Alberto Fujimori es un paso atrás para Perú. No solo desafía los principios de justicia y moralidad, sino que también amenaza con reabrir viejas heridas y socavar los esfuerzos de reconciliación y progreso. Es fundamental que la sociedad peruana y sus instituciones reflexionen profundamente sobre las implicaciones de permitir que un condenado por graves delitos vuelva a postularse para la presidencia. El futuro de Perú depende de las decisiones que se tomen hoy, y estas deben estar guiadas por la justicia, la memoria y la integridad.

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