EL PUERTO DE CHANCAY: ¿UNA PUERTA AL PROGRESO O AL CONFLICTO?
El 14 de noviembre, el Perú marcó un hito al inaugurar uno de los proyectos más ambiciosos de su historia: el puerto de Chancay, ubicado al norte de Lima. Este megaproyecto, respaldado por una millonaria inversión china bajo la empresa estatal Cosco Shipping Ports Limited, divide opiniones en el país. Para algunos, representa una oportunidad única de desarrollo económico; para otros, un riesgo potencial que perpetúe problemas históricos de exclusión y desigualdad.
El debate en torno al megapuerto no se limita a su infraestructura, sino a las políticas que acompañarán su desarrollo. Una de las propuestas más polémicas es otorgar una condición de exoneración de impuestos por cinco años a las empresas que operen en esta zona. Esto busca atraer inversión extranjera y convertir a Chancay en un polo económico clave, similar a otros hubs logísticos globales. Sin embargo, las dudas persisten sobre cómo se distribuirán los beneficios en el largo plazo.
El periodista Christian Hudwalker, en su programa Sin Medias Tintas de Latina Televisión, plantea una visión optimista: el puerto podría ser el primer paso para industrializar al Perú. Según Hudwalker, el país debería atraer capitales asiáticos para la producción de bienes tecnológicos como computadoras, celulares, autos eléctricos y chips, que podrían fabricarse cerca del puerto y exportarse desde allí. Este modelo, en teoría, permitiría que el Perú ingrese a la cadena global de valor en la tecnología, marcando un antes y un después en su desarrollo.
No obstante, esta propuesta no deja de ser un ideal. ¿Cómo garantizar que el beneficio económico alcance a toda la población y no se concentre en pocas manos? La congresista Ruth Luque, de la bancada izquierdista Juntos por el Perú, advierte que el progreso económico podría excluir a amplios sectores de la población. Este escepticismo se basa en el historial del país, donde grandes proyectos han favorecido a unas cuantas familias poderosas mientras la mayoría queda al margen.
La preocupación de la congresista no es infundada. Desde los tiempos de la República Aristocrática y el Onceavo de Legua, el Perú ha sido testigo de cómo los beneficios de sus recursos y proyectos suelen concentrarse en élites económicas. Este patrón de exclusión es una sombra que sigue presente y amenaza con repetirse en Chancay si no se toman medidas claras para incluir a las comunidades locales en los beneficios.
Industrializar al Perú es un sueño que podría transformar al país en las próximas décadas, pero no será posible sin un compromiso serio con la educación, la investigación y el respeto a los derechos individuales y colectivos. Eventos como el 21st IEEE Latin American Robotics Symposium y la 23rd IEEE Latin American Robotics Competition, realizados en Arequipa, demuestran que el país tiene potencial en el ámbito tecnológico. Sin embargo, para que iniciativas como el puerto de Chancay cumplan con esta visión, es indispensable que el Estado refuerce sus instituciones, respete la legislación vigente y promueva el desarrollo sostenible.
Como liberal libertario, creo firmemente que el progreso solo será posible si se respeta el principio moral del liberalismo: el respeto irrestricto al proyecto de vida de cada ciudadano, basado en el derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada. Chancay debe ser un ejemplo de cómo un megaproyecto puede desarrollarse respetando estos principios. Solo así podrá convertirse en un motor de desarrollo que beneficie a todos y no perpetúe los errores del pasado.
Por: Christian Ccahua Suni