ALCOHOL: LA DROGA QUE APRENDIMOS A APLAUDIR
Celebrar con un brindis parece inofensivo. Está en los cumpleaños, en los matrimonios, en las fiestas patronales y hasta en los velorios. El alcohol se sirve como símbolo de alegría, de unión, de pertenencia. Pero detrás de cada vaso hay una verdad que evitamos mirar, el alcohol es hoy una de las principales causas de accidentes, violencia y deterioro de la salud en el Perú, y Arequipa no es ajena a esa realidad que cobra vidas todos los días.

“Si no busca ayuda, solo le quedan tres caminos: el hospital, la cárcel o el cementerio”. La frase no es exagerada. En los servicios de emergencia del Hospital Regional Honorio Delgado Espinoza, el alcohol aparece de forma recurrente como factor asociado a accidentes, agresiones y descompensaciones graves. La doctora Mirian Aliaga Cayo, decana del Colegio Médico de Arequipa, advierte que la situación se ha agravado en los últimos años. “El alcoholismo no es un vicio, es una enfermedad crónica que deteriora órganos vitales y afecta de manera directa la estabilidad emocional y social de la persona”, sostiene.
De acuerdo con reportes del Ministerio de Salud actualizados al primer semestre de 2025, Arequipa se mantiene entre las cinco regiones con mayor número de atenciones por trastornos asociados al consumo de alcohol. Solo en el último año, los establecimientos de salud de la región registraron más de cinco mil casos vinculados a abuso de alcohol, síndrome de abstinencia y dependencia crónica, una cifra que evidencia un crecimiento sostenido respecto a periodos prepandemia.
El impacto no se limita al ámbito hospitalario. En los Centros de Salud Mental Comunitarios, la demanda por atención relacionada con el alcohol se ha incrementado de manera preocupante. José Arias, representante del Centro de Salud Mental Comunitario Ayelén, señala que el problema tiene raíces profundas. “La mayoría de los pacientes no reconoce su consumo como problemático porque crecieron en hogares donde el alcohol estaba normalizado desde la infancia”, explica.
Según información oficial de la Dirección Regional de Salud de Arequipa, el inicio del consumo de alcohol se presenta cada vez a edades más tempranas. En promedio, adolescentes de trece años ya han tenido su primer contacto con bebidas alcohólicas, una situación que expone cerebros en pleno desarrollo a daños neurológicos irreversibles y a una mayor predisposición a conductas adictivas en la adultez.
La psicóloga Giannina Juarez Herrera advierte que uno de los mayores riesgos es confundir consumo social con pérdida de control. “Cuando una persona no recuerda cómo llegó a casa, cuando maneja bajo los efectos del alcohol o cuando necesita beber para calmar la ansiedad, ya no estamos hablando de diversión, sino de dependencia”, afirma con claridad.

Las consecuencias del consumo problemático también se reflejan en el entorno familiar. Violencia intrafamiliar, abandono emocional y quiebres afectivos aparecen de forma recurrente en los testimonios recogidos por los especialistas. “El alcohol rompe vínculos, deteriora la confianza y genera ciclos de agresión que afectan principalmente a niños y mujeres”, señala la doctora Aliaga Cayo.
En el ámbito laboral, el alcoholismo genera ausentismo, pérdida de empleo y deterioro del desempeño profesional. Datos del Ministerio de Trabajo indican que una proporción significativa de despidos por faltas graves en Arequipa está asociada al consumo de alcohol durante o después de la jornada laboral, una realidad que impacta directamente en la economía familiar.
La seguridad vial es otro de los frentes más golpeados. Informes de la Policía Nacional del Perú confirman que conducir en estado de ebriedad sigue siendo una de las principales causas de accidentes de tránsito con consecuencias fatales en la región. Cada intervención por alcoholemia representa una tragedia potencial que pudo evitarse con una decisión responsable.
Desde el Colegio Médico de Arequipa se ha insistido en la necesidad de fortalecer políticas preventivas. “No basta con atender las consecuencias, necesitamos educación, regulación y campañas sostenidas que desmonten la idea de que beber en exceso es normal o aceptable”, enfatiza Mirian.
En medio de este panorama, los grupos de ayuda mutua cumplen un rol silencioso pero vital. Organizaciones como Alcohólicos Anónimos en Arequipa acompañan a personas que han decidido romper con la adicción. Uno de sus integrantes, con identidad reservada, relata “Perdí mi trabajo, mi familia y mi dignidad, pero encontré una segunda oportunidad cuando acepté que necesitaba ayuda”.
Las historias de recuperación demuestran que salir del alcoholismo es posible, aunque requiere voluntad, acompañamiento profesional y redes de apoyo. “El cambio empieza cuando dejamos de negar el problema”, afirma José Arias desde el Centro Ayelén, donde cada semana decenas de personas inician procesos terapéuticos.
Las autoridades sanitarias coinciden en que el consumo de alcohol no tiene beneficios comprobados para la salud. Por el contrario, está asociado a enfermedades hepáticas, cardiovasculares, trastornos mentales y un incremento de la violencia social. La evidencia científica respalda la urgencia de asumir este problema como una prioridad regional.
En Arequipa, la responsabilidad no recae solo en el sistema de salud. Familias, instituciones educativas, municipalidades y medios de comunicación tienen un rol clave en la prevención. Normalizar el cuidado y desnormalizar el exceso se vuelve una tarea colectiva. Cada cifra, cada testimonio y cada emergencia atendida recuerdan que el alcohol no es solo una bebida, sino una decisión que puede marcar destinos. Decir no también es un acto de valentía y de amor propio.


