VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN AREQUIPA: SOLUCIONES SIN GRANDES RESULTADOS

El presente año Arequipa ha destacado en medios de comunicación por la creciente ola de violencia en contra de las mujeres, que al día de hoy deja más de 12,000 mujeres violentadas, 21 mujeres asesinadas y más de 70 víctimas indirectas como niños huérfanos y personas en estado de vulnerabilidad… ¿Pero realmente se trabaja para mitigar este fenómeno social?

Por Angelis Guzmán. 

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), 63 de cada 100 mujeres de entre 15 a 49 años de edad fue víctima de violencia familiar alguna vez en su vida. En el Perú, la violencia de género no se entiende como concepto a nivel de toda la sociedad, por lo que muchos menosprecian el enfoque de género como política necesaria para el desarrollo equitativo.

La violencia por razones de género son actos dañinos basados en relaciones de desigualdad de género, abuso de poder y existencia de normas que agudizan la brecha entre hombres y mujeres. 

Según informes del Programa Nacional Aurora, hasta el 30 de septiembre, se presentaron más de 12,886 casos de violencia por motivo de género, 21 casos con características de feminicidio y 57 tentativa de feminicidios, la mayoría, mujeres de entre 18 y 35 años perpetradas por un cónyuge o pareja sentimental masculino de entre 18 a 60 años de edad.

Aún así, de los 12,866 casos atendidos por los centros de Emergencia Mujer, sólo 20 varones sentenciados por violencia intrafamiliar fueron remitidos a Centros de Atención Institucional, lo que hace notoria la brecha entre las acciones basadas en las víctimas y aquellas basadas en corregir el comportamiento del agresor. 

Fuente: Elaboración en base a datos del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2023)

De acuerdo con los informes, las tres formas de violencia más comunes en la región son la psicológica, la física y la sexual. 

LAS MUJERES ESTÁN SIENDO ESCUCHADAS PERO MUCHAS VECES IGNORADAS

Tan sólo el pasado septiembre se reconocieron en Arequipa 3 víctimas por feminicidio: Ana Paola Vargas Ramos (19) de 32 puñaladas, Algledys Arguello Maldonado (21) estrangulada y Araceli Luna García (25) de 14 puñaladas, quienes en circunstancias y realidades muy distintas fueron asesinadas por figuras masculinas que buscaban ejercer poder sexual sobre ellas.

De acuerdo con el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) existen actualmente iniciativas que buscan promover modelos de masculinidad igualitaria para erradicar la violencia basada en género. 

Entre los mecanismos de atención para denuncias podemos encontrar la línea 100, el chat 100, el aplicativo botón de pánico y los Centros de Emergencia Mujer (CEM) a los cuales se puede acceder todos los días a través de la central telefónica (01) 4197260.

Sin embargo, el botón de pánico es tanto desconocido como inaccesible para aquellas mujeres que viven en zonas rurales y carecen de internet y aquellas que por sus recursos económicos no cuentan con un dispositivo móvil. Además que, el dispositivo sólo se dispone por orden del Poder Judicial para proteger a aquellas mujeres o personas dentro de un núcleo familiar que fué víctima de violencia… ¿Pero, qué pasa con aquellas mujeres que no tienen idea de que se encuentran en riesgo? ¿Por qué no poner a disposición de las mujeres en general una alternativa que las haga sentir más seguras y más escuchadas? 

Por otro lado, en 2019 fue publicada la Política Nacional de Igualdad de Género (PNIG), la cual busca, entre otras cosas, reducir la incidencia de los patrones socioculturales discriminatorios en la población, aprobada mediante Decreto Supremo N°008-2019-MIMP. 

Esto se podría entender como una medida que favorece a las víctimas en el ámbito social y legal, puesto que en el marco de la ley Nº 30364 se establece como principio rector el de razonabilidad y proporcionalidad, donde el fiscal o juez a cargo debe ponderar entre la eventual afectación y las medidas de protección y rehabilitación. Sin embargo, se debe analizar las circunstancias del caso por fases, lo cual retrasa en muchas ocasiones la justicia para estas mujeres. 

En el protocolo de administración de justicia con enfoque de género del poder judicial aprobado en noviembre de 2022 con resolución administrativa 000114-2022-P-CE-PJ se divide el proceso en seis fases que deben ser evaluadas a criterio del juez encargado del caso. Si este determina que las relaciones de poder entre víctima y perpetrador no son lo suficientemente congruentes o si la declaración de la víctima sea hábil para desvirtuar la presunción de inocencia, lo cual es prácticamente imposible de evaluar en casos donde la víctima sufre algún trauma debido a la violencia psicológica. 

Un caso particular en Arequipa, es el de la menor abusada sexualmente en Agosto por Ryan Guillén Paco (20) en el distrito de Hunter. Aunque existían evidencias de ultraje por parte del agresor, el Poder Judicial no dictó la orden respectiva basadas en ese hecho, ya que existía una relación previa entre él y la víctima, por lo cual sería “consensuado”.

Este tipo de situaciones evidencian serios problemas dentro del poder judicial al momento de hacer valer el derecho de víctimas de violencia con motivos de género, puesto que son revictimizadas, vulneradas y peor aún, no son escuchadas. Esto también marca un precedente para futuras víctimas de violencia que sentirán que no vale la pena denunciar a un agresor, ya que el estado no los condena hasta que se agreda el derecho a la vida. 

CUESTIÓN DE CULTURA O SALUD MENTAL

Un factor que refuerza la violencia de género es la aceptación o tolerancia social frente a ella. En Arequipa no sólo la toleramos, a veces la promovemos sin notarlo.

La violencia en el Perú es un problema estructural y social, porque dentro de nuestra cosmovisión mantenemos conceptos que acreditan y favorecen a que la violencia se reproduzca. En Arequipa, hay un perfil machista, e incluso la publicidad promueve el regionalismo basado en la fuerza y la violencia, aunado al falaz orgullo de tener conductas como ser “renegón” o “gritón” que forman parte de la cultura local, fomentando comportamientos machistas y dominantes en el sector masculino. 

El machismo además no es exclusivo de varones, las mujeres también son educadas con un pensamiento masculinizado, lo cual las hace vulnerables desde la concepción que tienen sobre sí mismas y su rol en la sociedad. 

De acuerdo con el presidente del Comité de Especialidad en Prevención de la Violencia del Colegio de Psicólogos de Arequipa, Christian Nina Chávez, la violencia de género en Arequipa no es sólo un problema de salud mental, la mayoría de personas en la región no tienen necesariamente trastornos psicológicos, sino que hay historias de crecimiento donde hubo violencia y posteriormente esta fue normalizada. 

“Del 100% de los casos de violencia, tan sólo el 12% fue diagnosticado con un trastorno psicológico, quiere decir que la mayoría de agresores son personas aparentemente sanas”, esto porque a grandes rasgos el problema a nivel local, nacional e internacional “Ha sido transmitido intergeneracionalmente y tanto como antes, aunque se ha transformado, se sigue manteniendo esta posición de poder de los hombres sobre las mujeres…” explicó el especialista. 

Christian Nina Chávez Fuente: Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2023).

Por otro lado, el asesinato de una bailarina de nacionalidad venezolana fue minimizado por razones xenofóbicas en internet. En redes sociales se difundieron notas sobre el feminicidio y en los comentarios victimizaran al culpable y cuestionan las razones que pudo tener para asesinarla al punto de justificar dicho acto cruel.

Esto también comprueba las deficiencias en cuanto a nuestra construcción social, que justifica la violencia con más violencia y termina por convertirse en un ciclo infinito de destrucción que acabamos por normalizar y aparentemente nadie está haciendo nada para combatirlo, sólo se refuerza.

QUÉ ESTAMOS HACIENDO MAL EN AREQUIPA

Las labores de prevención de la violencia de género contra las mujeres incluyen el involucramiento de los hombres y niños, así como la transformación de estereotipos y modelos de masculinidades que refuerzan el poder y control sobre las mujeres y niñas, usando como estrategia las diferentes formas de violencia de género. 

La prevención debe abarcar a toda la sociedad, tanto hombres para que ellos cuestionen la masculinidad machista y la violencia; como mujeres, para desaparecer estos roles de género impuestos y ellas se puedan empoderar.

Aunque el estado se organiza con Organizaciones No Gubernamentales y parte de la sociedad civil para abordar estos temas, lamentablemente, hoy en día se prioriza la respuesta a la violencia antes que la prevención como la solución más efectiva. 

Nina Chávez también menciona que el presupuesto que se maneja hoy en las instituciones está destinado principalmente a las acciones de atención y muy poco para prevención. Por ello, en el colegio de Psicólogos se propuso la creación de este comité para la prevención de la violencia que ofrece a la ciudadanía un acceso a espacios que les ayuden a entender el enfoque de género y puedan responder correctamente ante estas situaciones. 

Por otro lado, si bien se intentó en diferentes ocasiones implementar el enfoque de género en colegios, el sector religioso y conservador del Perú se opuso. Hay una corriente conservadora infundada por el argentino Jorge Escala con su libro “Ideología de género”  que desprestigia el enfoque de género relacionándolo con la diversidad sexual, el cual a su vez minimiza los esfuerzos de los profesionales por empoderar a niñas y mujeres en toda latinoamérica. 

Estos religiosos se aferran al concepto de “familia tradicional” donde el hombre es el jefe y todos los demás deben obedecer, lo cual infunde temor en las comunidades respecto a políticas de estado que buscan dar igualdad de oportunidades y derechos a las mujeres, siendo su principal argumento la distorsión de la sexualidad en los menores.

Un crimen que prueba la incapacidad del estado para proteger a las mujeres desde la educación es el de Ana Vargas Ramos (18) en la Universidad Nacional San Agustín, apuñalada dentro de las instalaciones de la institución educativa superior, por el hombre con quien mantenía una relación sentimental.

Ante el hecho, Nuria Oblitas, ex alumna de la casa agustina y representante del Comité Feminista Universitario en el cual participan estudiantes y egresadas de diferentes universidades a nivel nacional, explicó que también vivió acoso mientras se desenvolvía en el campus por parte de docentes y las autoridades correspondientes no actuaron en consecuencia.

Así diferentes mujeres jóvenes luchan porque las autoridades gubernamentales y universitarias sancionen a hombres que tienen denuncias por hostigamiento y acoso sexual dentro de institutos y universidades en Arequipa, pero no están siendo escuchadas y aún cuando son escuchadas terminan por ser casos archivados. 

“La Universidad Nacional de San Agustin no quiere registrar estos casos o simplemente no está abordando el tema como debería ser” exclamó frustrada. 

La situación evidencia que las instituciones a ningún nivel promueven una educación basada en el enfoque de género, que a diferencia de lo que muchos creen, apunta más a la igualdad de género que a la percepción multigénero. Además, la legislación tampoco protege a las mujeres que no pueden probar que fueron violentadas psicológicamente, lo que implica que deben ser abusadas físicamente para que en muchos casos puedan denunciar y que esta denuncia proceda a su favor. 

El hecho de que las mujeres deban esperar ser violentadas físicamente para que les crean, genera un estado constante de vulnerabilidad en las víctimas porque empiezan a interiorizar que no pueden hacer nada en contra de los agresores y se normaliza desde su propia perspectiva la violencia.

QUÉ PODEMOS HACER MEJOR

Hoy en día es más fácil ser víctima que no serlo. De hecho, ser mujer en el Perú, ya es un factor de riesgo para sufrir violencia.

Hoy, la comunicación es la principal estrategia para la sensibilización de la sociedad, por ello las acciones están centradas ahí, mientras se consiga acceder al nivel más básico para la deconstrucción de la sociedad: las escuelas. 

Fuente: Hombres por la Igualdad (2023).

La ideología de género, no tiene fundamento científico como lo tiene el enfoque de género, entonces tendríamos que centrar los esfuerzos de sensibilización en esta área tan álgida que representa un punto de partida para lograr cambios realmente sustanciales.

Casos como los de Ana, Araceli y las miles de mujeres tras ellas no deberían sólo olvidarse con el tiempo, porque implica que la historia seguirá repitiéndose hasta que las mujeres estén obligadas a esconderse por temor a ser violentadas o asesinadas sólo por ser eso: Mujeres.

Los hombres también se construyen y esta construcción inicia tanto en los hogares como en las instituciones educativas, en todos los niveles. El presidente del colectivo Hombres por la Igualdad y comunicador, Juan Aguilar Tapia explica que trabajar en la prevención y erradicación de la violencia implica muchos frentes, tanto educación como legislación y sociedad civil deben intervenir en conjunto; y los hombres pueden ser una parte fundamental de su propio cambio.

“Si sólo castigas cuando se mata, los golpes previos estarán justificados, porque no estamos dando un mensaje contundente a la sociedad en contra de la violencia” manifestó, “Por ello, la violencia debe ser erradicada en todas sus formas… (..) y los hombres también podemos ser parte de esto” finalizó. 

A la izquierda el presidente del colectivo Hombres por la Igualdad, Juan Aguilar Tapia. Fuente: Hombres por la Igualdad – Cercado.

Hombres por la igualdad se creó en el marco de la Ley N°30364 como un grupo de intervención comunitaria capacitados, sensibilizados y comprometidos en la prevención de la violencia hacia la mujer.

En definitiva, hay iniciativas que pueden traer resultados que beneficien a todas las mujeres no sólo en Arequipa, sino en el Perú. Pero antes, debe existir un trabajo articulado entre el estado y la ciudadanía, para, en primer lugar, ofrecer acciones concretas que puedan garantizar la seguridad de las víctimas, y además, entender la necesidad de una educación con enfoque de género e interiorizar la diferencia entre enfoque e ideología y así, prevenir la violencia en cualquiera de sus manifestaciones desde la infancia. 

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