ENTRE SABORES Y TRADICIONES: LA HISTORIA DE JUAN CARLOS GALLEGOS MANCILLA Y SU LEGADO GASTRONÓMICO

En las calles empedradas del distrito de Arequipa, dentro del bullicioso mercado San Camilo, se encuentra un pequeño oasis de tradición y sabor en el segundo piso, entre el aroma a café recién colado y el constante ir y venir de los vendedores. Allí, entre risas y saludos de clientes fieles, Juan Carlos Gallegos Mancilla, un hombre de mirada serena y sonrisa afable, lleva adelante un negocio familiar emblemático: el puesto de queso helado arequipeño.

Su historia es una de perseverancia y arraigo. Tras retirarse del Magisterio, hace treinta años, se unió al negocio que sus suegros, los Machuca, habían establecido con esfuerzo y dedicación. Desde entonces, Juan Carlos ha sido un pilar en la continuación de esta tradición culinaria que ha pasado de generación en generación. Su transición de la enseñanza a la gastronomía no fue fácil, pero su compromiso y amor por el legado familiar lo impulsaron a enfrentar cada desafío con determinación.

El camino no ha estado exento de obstáculos. La pandemia, con su impacto global, fue el desafío más grande que él y su familia enfrentaron. Los cimientos del negocio temblaron, pero gracias a la estabilidad económica proporcionada por su pensión estatal, lograron mantener el negocio a flote. “La pandemia nos sacudió, como a muchos otros, pero seguimos adelante”, recuerda Juan Carlos, reflejando en sus palabras la resiliencia que caracteriza a quienes se dedican con pasión a su trabajo.

A pesar de las dificultades, el negocio su negocio se ha consolidado como un destino imperdible para turistas y locales por igual. Visitantes de Brasil, Argentina, Inglaterra, Francia y muchas otras partes del mundo han saboreado el exquisito queso helado arequipeño, llevándose consigo un pedazo de la rica tradición culinaria de Arequipa. Este pequeño rincón del mercado San Camilo se ha convertido en un punto de encuentro cultural, donde el sabor del queso helado une a personas de todas partes.

La rutina diaria comienza desde muy temprano, cuando el mercado todavía despierta. Desde las 5:30 de la mañana, ofrece el famoso té piteado, una tradición típica de Arequipa. Su jornada se extiende hasta las 6:00 de la tarde, momento en el que el último cliente se despide, satisfecho y con una sonrisa.

A sus 67 años, Juan Carlos mira hacia el futuro con una mezcla de serenidad y gratitud. Aunque ya no aspira a nuevas adquisiciones materiales, su mayor tesoro reside en el legado que deja a sus hijos y nietos. Manifestando que no somos eternos, pero lo que dejamos tras nosotros perdura, siendo consciente así de que su mayor contribución es la unión familiar y la continuidad de una tradición culinaria que seguirá viva gracias a las generaciones que vienen.

Compartir

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *