La Duración de los Videojuegos: Una Cuestión de Preferencias y No de Estadísticas
En una reciente entrevista, Shawn Layden, exjefe de PlayStation, argumentó que los videojuegos deberían ser más cortos, basándose en el hecho de que solo el 32% de los jugadores finaliza los juegos que comienzan. Aunque esta estadística es reveladora, no necesariamente implica que todas las compañías deban ajustar la duración de sus títulos. La creación de videojuegos es una práctica diversa que debe considerar las preferencias y hábitos de distintos tipos de jugadores.
Sabemos que el perfil del jugador promedio ha cambiado drásticamente. En las eras del PlayStation, PlayStation 2 y PlayStation 3, los jugadores eran principalmente adolescentes y jóvenes adultos con mucho tiempo libre. Hoy, estos jugadores han crecido y tienen responsabilidades laborales y familiares que limitan su tiempo disponible para los videojuegos. Este cambio demográfico significa que, aunque los jugadores actuales pueden tener más recursos financieros, su tiempo es extremadamente limitado.
Pero a su vez, el mundo de los videojuegos es amplio y variado, albergando a jugadores de todas las edades, gustos y tiempos disponibles. No todos buscan la misma experiencia al sentarse frente a una pantalla. Hay quienes disfrutan de aventuras largas y detalladas, inmersos en mundos vastos y complejos, y otros que prefieren experiencias más cortas y directas. Es crucial entender que la duración de un juego debe responder a su naturaleza y al público objetivo al que va dirigido.
Adoptar la práctica de acortar todos los videojuegos podría llevar a consecuencias negativas. Las desarrolladoras podrían verse tentadas a recortar contenido valioso, comprometiendo la calidad y la profundidad de sus obras. Un videojuego no debe juzgarse únicamente por su duración, sino por la experiencia que ofrece. Juegos extensos como “The Witcher 3” o “Red Dead Redemption 2” son apreciados por su narrativa rica y su mundo inmersivo, características que podrían perderse en versiones más cortas.
La decisión de cuánto tiempo dedicar a un videojuego recae en el jugador. Cada uno tiene la libertad de elegir qué títulos jugar y en cuánto tiempo completarlos. Para algunos, una campaña larga puede ser una inversión gratificante, mientras que otros prefieren juegos que puedan completarse en sesiones más breves. Esta diversidad en las elecciones y tiempos disponibles es lo que hace rica a la comunidad de jugadores.
La verdadera cuestión no debería ser la duración de los juegos, sino su calidad. Los jugadores están dispuestos a invertir tiempo en juegos que ofrecen experiencias de alta calidad, ya sean cortos o largos. La clave está en crear contenido significativo y bien diseñado que mantenga a los jugadores comprometidos y satisfechos. Juegos con contenido de relleno pueden ser frustrantes, pero un título bien elaborado, sin importar su duración, puede ser una experiencia gratificante.
En lugar de imponer una duración estándar para todos los juegos, las desarrolladoras podrían enfocarse en la adaptación y la innovación. Ofrecer opciones dentro de un mismo título, como modos de juego más cortos o experiencias episódicas, podría satisfacer tanto a quienes tienen menos tiempo como a los que buscan aventuras más prolongadas. Además, la tecnología actual permite la creación de mundos expansivos que no necesariamente requieren de largas horas continuas de juego para ser disfrutados.
La discusión sobre la duración de los videojuegos es compleja y no debe simplificarse a una cuestión de estadísticas. Cada jugador es diferente, y sus preferencias y disponibilidad de tiempo varían enormemente. Las desarrolladoras deben tener la libertad de crear juegos de diferentes duraciones y estilos, permitiendo que cada jugador encuentre lo que mejor se adapte a sus necesidades. Forzar una reducción generalizada en la duración de los juegos podría llevar a prácticas que comprometan la calidad y la diversidad del mercado de videojuegos. En última instancia, la elección debe estar en manos del jugador, quien decide qué jugar y cuánto tiempo dedicar a cada aventura.