El día que la infancia vio morir a un padre
El sol apenas se había levantado sobre Uchumayo cuando Humberto Portugal salió de su modesta vivienda en la asociación de vivienda Los Ángeles de Cono Norte. La mañana parecía tranquila, pero la calma se rompió abruptamente con la llegada de varios vehículos que descendieron con un grupo numeroso de hombres armados con palos, piedras y armas de fuego. La intención era clara: desalojar a las familias asentadas en el lugar. Lo que nadie esperaba era que la violencia terminaría en tragedia.
Los vecinos corrieron para protegerse. Mujeres y niños huyeron primero, dejando atrás el polvo y el miedo que levantaban los atacantes. Entre ellos estaba Sebastián, el hijo de Humberto, de apenas cinco años, que se escondió detrás de unas calaminas mientras observaba cómo su padre era rodeado. Humberto intentó alejarse sin confrontarlos, pero los hombres lo alcanzaron en un descampado cercano. Los golpes comenzaron de inmediato. Patadas, puñetazos y palazos impactaron sobre su cuerpo sin que nadie pudiera intervenir. Cada golpe se sentía en el aire como un estruendo que desgarraba la tranquilidad del vecindario.
Sebastián lloraba sin poder hacer nada, escondido, mientras veía a su padre caer una y otra vez. Las voces de los atacantes se mezclaban con los gritos de los vecinos que improvisaban defensas y llamaban a la policía, pero nadie podía detener la furia de aquel grupo. Luego de unos minutos que parecieron eternos, los agresores huyeron dejando atrás una amenaza latente de regresar para culminar el desalojo. Humberto quedó tendido en el suelo, herido, mientras la comunidad se movilizaba con desesperación.
Vecinos improvisaron una camilla con maderas y trasladaron a Humberto en una camioneta hacia el hospital regional Honorio Delgado Espinoza. Ingresó alrededor de las 13:00 horas aún con vida, pero la gravedad de sus lesiones hizo que falleciera durante la atención médica. La noticia corrió como un río entre los pobladores. El dolor se mezcló con el miedo y la indignación. El pequeño Sebastián quedó al cuidado de una tía, mientras su madre, que trabaja lavando zanahorias, era informada del trágico suceso.
Los vecinos exigieron la presencia policial y se movilizaron hasta la comisaría de Uchumayo para denunciar el ataque y reclamar seguridad. Según la Policía, la investigación inicial quedará a cargo del Área de Homicidios de la Divincri, cuyos detectives y peritos de criminalística realizarán diligencias en los terrenos de la asociación. No obstante, por tratarse de un conflicto de posesión, el caso podría derivarse a Seguridad del Estado, situación que genera temor entre los residentes, quienes saben que en disputas anteriores los responsables han quedado libres y la violencia se ha repetido.
El barrio todavía retumba con la memoria de los golpes y los gritos. Las familias viven con el miedo de que otro día pueda repetirse la tragedia. Las calles y descampados de Los Ángeles de Cono Norte guardan la imagen de un hombre que perdió la vida frente a los ojos de su hijo, y el silencio que quedó después es el de un vecindario que exige justicia, protección y un final para la violencia que amenaza su existencia diaria.


